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martes, 31 de julio de 2012

Cafés, tertulia, lectura del periódico: anhelo de verano

La historia de los veranos va unida a los cafés, a las terrazas, a los toldos que cubren las mesas y sillas. La historia de Europa Central y Mediterránea o de Alejandría, va unida a cafés de espejos,sofás, sillones, mesas marmóreas, té y tabaco. Budapest, El Cairo, Viena, Lisboa, París...


Partidas de mus, ajedrez, dominó. Crucigramas, lecturas ensimismadas. Jarras de agua fría. Cafés solos y con hielo. Helados o granizados. Sombreros y abanicos. 

Mañanas con sol asomando, que ya nos obligan a un brunch largo, pero sin prisas, que nos ayude a soportar el calor. Ventiladores a media mañana o tras la comida para huir del sopor del viento sur.
La conversación sin prisas, lenta, con una horchata o algo mas fuerte...un whisky de malta y una piedra de hielo, para celebrar la vida, para celebrar otro verano más. Un reencuentro placentero nuevamente.



Llegado el crepúsculo, llega el momento de abrir los oídos, y relajar la mente. Beber algo que no nos distraiga, y dejar plácidamente pasar el tiempo. Disfrutar de las estrellas que sobre la cabeza nos observan. Escuchar la noche, las cigarras o la mar. Estirar las piernas. Respirar la brisa breve que nos envuelve. Besarse poniendo el alma en la boca, entre invisibles gotas de sudor.

En soledad, en grupo, con la pareja, desayunos, cafés, lecturas, conversaciones, dan al verano su sentido: el disfrute de la lentitud de los largos días. Humo de cigarrillos, sandalias, vestidos ligeros estampados, bisutería y gafas de sol. Todo es estío.

Para otro día quedan las tormentas de verano. Los días grises de nubes y relámpagos que también tienen su encanto y sus ritos.