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miércoles, 28 de agosto de 2013

Izet Sarajilic poesía en carne viva.




Izet Sarajlic, filósofo, ensayista, poeta, y cronista de primera mano,  nació en 1930 en Deboj, Bosnia-Herzegovina -hasta los años 90, una república de la antigua Yugoslavia- y falleció de agotamiento y pena en mayo de 2002 en Sarajevo. Se dice que el autor bosnio rompió los moldes del realismo y produjo una fecunda simbiosis de modernismo, neoexpresionismo y surrealismo. Se cuenta que enterró a sus hermanas con su propias manos, en el anonimato de la noche, para no morir bajo las balas de los franco tiradores. Cuento yo, que tras leer sus poemas desgarradores, demasiado aguantó y soporto en su vida el profesor Izet. Su sensibilidad, estuvo a prueba de bombas, su hermosura no se rompió nunca, su dulzura se plasmo en sus versos, mezclada con la bélica (i)realidad diaria, noche tras noche, bomba tras bomba. 





Mientras en la vergonzosa época del cerco a Sarajevo por las tropas serbo-bosnias, los misiles caían sobre la población, Europa brindaba en Navidad con cava; desde el nazismo y estalinismo la vieja Europa no vivía algo tan inmisericorde.

Mas de cuarenta meses de asedio. Doce mil personas muertas. El profesor Sarajilic, que había perdido a su hermano mayor en la II Guerra Mundial, fusilados por los camisas negras de Mussolini, y a sus dos hermanas durante el asedio a Sarajevo, escribe poemas que servirán de testimonio de la salvaje guerra.


Teoría de la distancia “del lunes se debe hablar el lunes…”

La teoría de la distancia fue inventada por los eternos rezagados
los que nunca arriesgan nada.

Yo soy de aquellos que consideran
que el lunes se debe hablar el lunes; el martes podría ser ya
demasiado tarde.

Naturalmente, es difícil escribir poesía en el sótano
mientras arriba vuelan las granadas.

Hay algo más difícil aún:
no escribirla.


Aquellos dos abrazados

Aquellos dos abrazados a orillas del Rin en Gothlieben
podríamos ser tú y yo.
Pero tú y yo no volveremos nunca a pasear
abrazados a orillas de ningún río.

Ven, paseemos al menos en este poema


Hermanas

Yesenin tenía
Chura y Katja

Maiakovski tenía
Ljudmila y Olga

Yo tenía
Nina y Rasa.

Y todas están muertas.

Rasa y Nina
en cincuenta días.

Fallecidas
o muertas sin bala?

En alguna parte tengo que buscar
una nueva hermana.


NUESTROS ENCUENTROS DE AMOR EN EL LEÓN

Qué hermosa vejez pudimos haber tenido
tú y yo
sin toda esta locura nacionalista eslavo meridional.

Y en cambio,
después de todo sólo nos han quedado
estos encuentros de amor tristes
en el cementerio del León.

Ahora quiero decirte
que por momentos logro ser feliz
en medio de esta infelicidad
cuando en el cementerio me sorprende la lluvia.

Cuánto me gusta empaparme junto a ti.

     (Izet Sarajlic: "Sarajevo", ed. Valparaíso, 2013, pp. 38, 55, 61, 73. Traducción de Fernando Valverde).



Izet Sarajlić
[Traducción de Fernando Valverde]

SARAJEVO

Ahora también duermen nuestros queridos inmortales.
Frente al colegio femenino,
crecido bajo el puente discurre el río Miljacka.
Mañana será domingo.
Coged el primer tranvía a Ilidža,
un lugar en el que, como es natural, nunca cae la lluvia,
la aburrida y larga lluvia de Sarajevo.
¡Quién sabe cómo se sentiría sin ella Cabrinović en prisión!
Nosotros la maldecimos, blasfemamos,
y sin embargo, mientras cae,
fijamos los encuentros de amor
como si estuviéramos en el corazón de mayo.
Nosotros la maldecimos, blasfemamos,
conscientes de que nunca podrá convertir el río Miljacka
en el Guadalquivir o en el Sena.
Y entonces, ¿será un motivo suficiente para amarte menos
o hacerte sufrir menos ante la desgracia?
¿Será por ello menor mi hambre de ti
y mi derecho amargo
de no dormir mientras el mundo está amenazado
por una guerra o la peste
o cuando las únicas palabras posibles son “no olvidar” y “adiós”?
Además,
es posible que ni siquiera sea esta la ciudad en la que moriré
pero en todo caso habría sido digna
de un yo incomparablemente más sereno.
Esta ciudad en donde, a decir verdad,
no siempre he tenido mucha suerte
pero en donde cada cosa es mía y donde siempre puedo
amaros a cada uno de vosotros
y deciros que estoy desesperadamente solo.
Tal vez en Moscú podría hacer lo mismo
pero Esenjin ha muerto
y Evtušenko estará viajando por cualquier parte de Georgia…
¿Cómo iba a pedir yo auxilio en París
si ni siquiera han respondido a la llamada de Villon?
Aquí, en Sarajevo, si necesito ayuda
incluso los sauces, que son mis conciudadanos,
conocerán aquello que me hace sufrir.
Porque en esta ciudad, a decir verdad, no he tenido
mucha suerte
pero en ella la lluvia, cuando cae,
no es sólo lluvia.


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